4. GRU/SVR/FSB (Rusia)
La Unión Soviética fue una potencia la mayor parte de los años en los que existió. Tenía un poder industrial y una influencia política considerable, además de unas fuerzas armadas numerosas complementadas por una notable capacidad nuclear. La mano de su servicio secreto, el KGB, llegaba a cualquier rincón del planeta con precisión y eficacia. Todo eso terminó en 1991 cuando el gigante soviético se desmoronó y el principal perjudicado fue su sucesor, Rusia. El oso ruso, aquejado de la crisis de su predecesor, desapareció durante dos décadas de la escena internacional, relegado a potencia regional en Europa Oriental, el Cáucaso y Asia Central. La influencia política soviética y la red del KGB se esfumó con la sustitución de la hoz y el martillo por la tricolor rusa. Sobrevivieron algunas estructuras, pero sólo nominalmente. En la realidad, los servicios secretos rusos habían perdido gran parte del terreno ganado desde que León Trotsky empezase a organizar el Ejército Rojo.
Actualmente, parece que Rusia comienza a despertar. Su inclusión en el grupo BRIC, la consolidación en Europa Oriental y su extensión a Oriente Medio a colación de la guerra civil en Siria ha hecho que los servicios secretos del Kremlin deban estar a la altura de la proyección que desea Moscú.
Al igual que las grandes potencias político-militares del mundo, Rusia también posee un servicio de inteligencia interior y otro exterior, además de la inteligencia militar. Los servicios de inteligencia civiles proceden directamente del soviético KGB, disuelto en 1991 tras la implicación en el fallido golpe de estado en la todavía URSS. Así, el servicio interior se personificó en el Servicio Federal de Seguridad (FSB), encargado de labores de contraespionaje y antiterrorismo – que en Rusia ha sido un problema grave sobre todo con el terrorismo checheno – y dependiente directamente del Kremlin. En la vertiente exterior, el servicio secreto ruso se enmarca bajo el Servicio de Inteligencia Extranjera o SVR, que se encarga, como en la mayoría de potencias, de realizar la mayor parte de la inteligencia de dichos países. En los últimos tiempos, el SVR ha estado presente – al igual que otros servicios secretos, obviamente – en Ucrania, Siria o Asia Central. Por último, el GRU (Departamento Central de Inteligencia) es la rama militar de la inteligencia rusa, ligada también a las operaciones especiales.
En el apartado de las intervenciones sonadas de la inteligencia rusa, destacan por el envenenamiento de sus objetivos. Dejando en el olvido las operaciones del KGB, los servicios secretos rusos han sido sospechosos en diversos escándalos por muertes. Los casos más conocidos, los relativos al polonio-210. En 2006, el exagente del KGB Alexander Litvinenko, que trabajaba para el CNI español y el MI6 británico, fue envenenado con el comentado elemento radiactivo, que acabó causando su muerte. El agente, crítico con ciertas políticas de Vladimir Putin, fue supuestamente envenenado por el FSB o el SVR, ya que figuraba en la lista de objetivos del FSB. El segundo caso con polonio tuvo el dudoso honor de protagonizarlo Viktor Yuschenko, también en 2006. Quien liderase la Revolución Naranja en Ucrania y se convirtiese en presidente tras derrotar a Viktor Yanukóvich – el recién depuesto presidente ucraniano – fue envenenado con el susodicho polonio 210 en una cena con los servicios secretos. Yuschenko tuvo mejor suerte que Litvinenko y consiguió salir vivo del incidente. La sombra de la autoría siempre rondó sobre los servicios secretos rusos, ya que el envenenado Yuschenko era un presidente enormemente proeuropeo y nacionalista ucraniano, algo absolutamente contrario a los intereses de Moscú, que no tiene – y así ha quedado claro en la última crisis a orillas del Mar Negro – ninguna intención de dejar que Ucrania se acerque a Europa.
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